lunes, 20 de septiembre de 2010

Las aventuras de Magmud 2º parte

- Hola, soy Hassan, ¿tienes tiempo de hablar conmigo?
- Yo soy Magmud y sí, no tengo otra cosa más interesante que hacer.
- Soy inmigrante como tú y tengo varias cosas que ofrecerle.
- Pues ofrezca. Escucharé atentamente.
- Soy jefe de un grupo que hemos creado aquí en Córdoba para ayudarnos entre nosotros los inmigrantes, ya que nadie más lo hace. Algunos nos llaman "mafia", yo creo que es demasiado...
- No me convence mucho la idea de entrar en una mafia, pero si así consigo hacerme un hueco en la sociedad y conseguir alimentarme, acepto. ¿Qué debo hacer?
- Mira, te ofrezco una casa pequeña situada en el Sector Sur, que tendrá que compartirla con otros como tú, y un trabajo. ¿Qué le parece?
- Me parece perfecto, pero, ¿cuál es el "pero"?
- No te preocupes de eso todavía, tú vive la nueva vida que te ofrezco y ya más adelante hablaremos.
- De acuerdo.

La casa no era muy grande como ya me habían advertido. Era antigua con la fachada blanca, poseía una sola planta, parecía inestable y destartalada, pero mientras que cumpliese las funciones de hogar no me iba a quejar. Me había hecho amigo de mis otros 4 compañeros, tres de ellos eran chicos jóvenes como yo con un largo futuro por delante, y el otro era un poco más viejo. En cuanto al trabajo, bueno, no me podía quejar. Debía levantarme a las 4 de la mañana para luego ganar sólo 300€. Trabajaba limpiando escaleras de los portales, no era un trabajo muy gratificante pero iba tirando... En cierto modo era feliz, había conseguido salir de la pobreza de mi país, había llegado a una ciudad acogedora, tenía una casa y un trabajo. Sin embargo, dicen que la felicidad no es eterna, y así fue.
Pasaron unos meses y llegó el día que nunca quería que llegase. Salía de trabajar y un ford fiesta me esperaba en la puerta del bloque que limpiaba. Me invitaron a entrar. Allí había dos hombres, uno con la cara redonda, ojos hundidos, barbilla prominente y nariz picuda. Su mirada no auguraba nada bueno. EL otro era más delgado, con la cara alargada y "chupada", con mirada penetrante, igual de intrigante que la del anterior.
Me comentaron que Hassan quería hablar conmigo. Estuvimos mucho tiempo dando vueltas con el coche, aquello no me olía bien, daba la impresión de que estaban haciendo eso para despistarme y no poder hacer nada. Por fin llegamos a nuestro destino. Bajamos del coche y me conducieron a un local espacioso, con tan sólo una mesa y sillas alrededor suya. Hassan me estaba esperando. Su gesto era serio y tranquilo. Comenzaba una conversación que marcaría el curso de mi vida:
- ¿Qué tal Magmud? ¿Cómo te va?
- Pues la verdad es que no me puedo quejar. Gracias por todo lo que has hecho por mí en todo este tiempo.
- No hay de qué. Pero como ya te dije, esto no es gratis, hay algo que quiero que hagas.
- Lo sé, y lo aceptaré.
- Te habrás dado cuenta de que la gente aquí nos trata como a mierda. Nos miran mal y no se fían de nosotros. Lo que yo debo pedirte es algo que pocos están dispuestos a hacer, pero por tu bien, deberás hacerlo.
- Al grano, no te andes con tonterías.
- Pues mira, lo que quiero es que ya que levantamos esas sospechas, que sea con razón. Dentro de 10 días harás algo para reivindicarnos, te harás explotar en el Corte Inglés del centro.
- ¿¿¡¡ CÓMO ??!! No soy un terrorista.
- Estás equivocado, desde que entrastes aquí eres uno de nosotros, y ya te dije que eramos una especia de mafia.
- Es una barbaridad, y, ¿de dónde voy a sacar los explosivos?
- Tú no te preocupes por eso, jamás te pediría nada si no pudiera hacerlo realidad...
- No, no puedo hacerlo. Me veo incapaz de matar a tanta gente.
- Siendo claros para que me entiendas. O mueres con los explosivos o sufrirás torturas que ni tu sabes que existen. Y créeme, son muy dolorosas y crueles.
- ¡Jamás haré eso!
Dicho esto salté de la silla, empujé la mesa contra Hassan y salí corriendo con Hassan y los otros detrás de mí. El resto ya esta contado.

7 comentarios: